14 dic 2020

Pisto matemático. Reflexiones

      Einstein dijo: Dios no juega a los dados. Pensad en Dios jugando a los dados o a cualquier juego de azar y sabiendo previamente los resultados que van a salir debido a su Omnisciencia. Obviamente ningún Casino podría admitirlo en sus dependencias so riesgo de quiebra absoluta. Por lo que pienso que para un matemático la frase de Einstein es una trivialidad; algo así como decir que dos y dos son cuatro. Está claro que Dios no juega a los dados, le resultaría enormemente aburrido. Dios es el único que puede convertir por omnisciencia, un fenómeno aleatorio en determinístico al saber siempre el resultado que se va a obtener antes de realizar el experimento. Por lo tanto, jugar con Dios a los dados sería como jugar al póker con alguien cuya vista fuese capaz de hacer transparentes las cartas. Dejaría de convertirse en un juego tal y como lo concebimos, perdiéndose por completo el placer de la sorpresa que produce la aleatoriedad.

Pero Dios es un ente muy complejo, y con Él nos topamos con paradojas que son consecuencia de su eternidad.  Los agnósticos no se pronuncian por reconocer modestamente su ausencia de conocimientos para decidir. Los católicos creen en un Dios que nos hizo a su imagen y semejanza. En esta última concepción nos encontramos algunas curiosidades que merecen ser analizadas. Nuestro Dios, y hablo de la civilización occidental, es infinitamente justo pero al mismo tiempo infinitamente misericordioso. Me veo incapaz de conjugar ambos conceptos llevados al infinito. Supongamos que un asesino mata a otra persona por pura diversión. Como Dios es infinitamente justo lo condenaría, pero como es infinitamente misericordioso debería perdonarlo. Pero esto no es todo. Sabemos que nuestro Dios es Todopoderoso y Eterno. Ambas posibilidades son contradictorias ¿por qué? porque sencillamente no se podría suicidar.

 No pretendo ser irreverente y espero no ofender a las personas que creen en Dios. Incluso los ateos al negar su existencia están afirmando su esencia, lo cual no es negarlo por completo ¿Cómo encajar toda esta aparente filosofía en un monólogo matemático? Antes una breve disquisición lingüística: tanto etimológica como filosóficamente, esencia y existencia son conceptos diferentes. La lengua española es rica, aparte de por su difusión mundial, por poseer dos verbos: ser y estar, cosa que no ocurre con el inglés, el francés o el alemán que solo tienen el to be, être y sein respectivamente, lo que nos permite comprender más fácilmente la diferencia entre la esencia y la existencia. Yo existo y soy, al menos eso creo, pero para un ateo Dios es pero no existe. Un gnomo es, pero no se le espera, es decir no está…No sé si os quedó claro.

Pues bien, pensad en un triángulo equilátero. Lo que en vuestra mente está forjándose es un triángulo pero no está en la realidad. No hay un triángulo rectángulo real, porque si lo construyésemos sus lados tendrían grosor y no sabríamos si medir su superficie por el interior o por el exterior. Y lo que digo para un triángulo rectángulo sirve para cualquier figura geométrica básica. Un punto, o una línea no están, pero son. Una línea recta en nuestro mundo material tiene un grosor que la convierte en una superficie de dos dimensiones. Todos son conceptos ideales y abstractos de nuestra experiencia cotidiana.

La reflexión anterior me sugiere una pregunta: ¿Las matemáticas se descubren o se inventan? El teorema de Pitágoras funciona para los triángulos rectángulos que son pero no existen, por tanto son un invento. El matemático no es un arqueólogo ni un buscador de tesoros, es un filósofo, un pensador y casi siempre lo hace en abstracto.

Mis palabras están refrendadas porque los más grandes matemáticos de la historia han sido filósofos: desde los griegos hasta Bertrand Russell, la matemática ha sido pura filosofía.

Pensad en los números. En el número 2. Por si solo el número dos no existe, simplemente es la abstracción sintética de aquellos conjuntos con un par de elementos. Hasta me resulta difícil definir el 2. Tengo que recurrir a la expresión “un par” que en realidad es lo mismo.

Es la capacidad de abstracción y la imaginación lo que nos diferencia de los animales y sobre todo poder manipular nuestras ideas de un modo tan preciso y precioso.

 

Los dados de Dios son una metáfora con la que Einstein quiso poner de manifiesto que no hay azar en la creación, que todo responde a un orden exquisitamente diseñado por un ente superior, no necesariamente de naturaleza divina, sino incluso de índole material. Su capacidad de abstracción nos abrió las puertas de una ciencia que se creían cerradas desde Newton. Cuando éste último escribió su tratado donde por primera vez apareció la ley de la gravitación universal, la famosa ley más conocida por la manzana que cayó del árbol, (la segunda manzana más famosa de la historia después de la de Adán y Eva), los científicos creyeron que no había nada más que descubrir. La Física era un capítulo cerrado. Pero llegó Einstein, y como un Indiana Jones nos abrió mundos que estaban ahí desde siempre e intentó explicarlos, teorizando sobre la mecánica cuántica que no casaba en muchas ocasiones con la mecánica clásica postulada por Newton. Dejemos de venerar tanto a Newton. Yo no le quito su mérito pero era un plagiario y un ladrón de ideas. Le robó a Raphson su método para resolver ecuaciones no lineales y ahora el procedimiento se llama método de Newton-Raphson. ¿Y por qué? porque la presencia de Newton en la denominación del método le da mucho empaque. Es como si yo ahora me dedicase a fabricar refrescos de cola y les llamase Coca Cola Ramos, porque lo de Cola Ramos, aparte de quedar muy feo, no llamaría la atención en absoluto. Por desgracia para mi fábrica de refrescos, Coca Cola tiene el nombre registrado y estaría cometiendo un delito. Pero con Newton cualquier atisbo de delito ha prescrito, excepto que al juez Garzón se le dé por pedir su certificado de defunción e intente esclarecer sus robos de ideas a sus colegas, transcurridos más de cuatrocientos años.

También se dice de Newton que inventó o descubrió (elegid el verbo que mas os guste) el cálculo diferencial, lo que vosotros conocéis por derivadas. A partir de ahí se desarrolla toda una rama de la matemáticas impresionante en la que no voy ahora a entrar. El caso es que se dice tímidamente, e insisto en lo de tímidamente, que Leibniz lo hizo al mismo tiempo. ¡Qué casualidad! Tantos siglos sin la Coca Cola y llegan dos señores y la descubren al mismo tiempo, y máxime cuando se carteaban entre sí. Hubo un litigio que perdió Leibnitz y el pobre murió amargado, mientras que el farsante de Newton que, aparte de las matemáticas, se dedicaba al estudio de la Biblia, decía que la creación del Universo fue el día tal del año cual y nuestra civilización riéndole esas gracias y considerándolas pecata minuta comparado con la ciencia que nos había proporcionado, robada a saber a quién. Como podéis comprobar experimento una cierta animadversión por Newton. Sí, me cae mal. Eso de nombrarlo Sir  y verlo representado con peluca me chirría. Me gusta más el retrato de Gaulois, un crío imberbe que se pasó la noche previa a un duelo en el que murió, por alguien que probablemente no valiese la pena, escribiendo la teoría que lo haría famoso al paso de los siglos, o Ramanujan, un pobre indio casi analfabeto que por casualidad cayó en sus manos el libro los elementos de Euclides y logró demostrar todas las proposiciones que en el libro venían enunciadas y no demostradas, convirtiéndose en pocos años en un fenómeno del cálculo numérico.

A lo que íbamos: ¿Dios juega o no juega a los dados? Evidentemente no. Einstein tenía razón, como siempre.

José M. Ramos

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