El cine es una
fuente inagotable de información, un medio sin parangón para la difusión de
cultura, y, como no hay nada perfecto, lamentablemente también a veces suele
fomentar algún que otro valor no tan deseable. Pero entre otras cosas, el cine
nos enseña historia, literatura, arte, y por supuesto ciencia; nos proporciona
vocabulario, nos permite “viajar” (incluso al pasado y al futuro) sin movernos
de nuestra ciudad; es una ventana abierta a millones de vidas que pueden ser
para nosotros modelo a seguir o ejemplo de lo que queremos o debemos ser. Para
los niños y niñas de muchas generaciones fue un vivero de héroes y heroínas que
acertaron a activar su imaginación infantil, procurándoles una gran cantidad de
ideas para poner en práctica en sus juegos cotidianos. ¿Quién no jugó a ser
Supermán o trató de emular a John Wayne? Por otra parte, el cine posee la gran
ventaja de que es un arte de fácil acceso, que llega a todo el mundo, sin
distinción de edad, raza o cualquier otra característica que pueda suponer una
diferencia entre culturas o personas, ya que no en vano existe una frase muy
popular que pone de manifiesto su valor: “Más vale una imagen que mil
palabras”.
Bien cierto es
que, como todo en la vida, es necesario evaluarlo con espíritu crítico y
analítico, filtrando lo bueno de lo malo, la mena de la ganga, lo artístico de
lo mediocre, aunque todos estos conceptos han de ser pasados inevitablemente
por la criba de nuestros gustos y percepciones, así como por la ineludible
carga de nuestro propio bagaje cultural que nos impide ser objetivos de un modo
absoluto en todos nuestros juicios, pero es importante tener nuestras propias
opiniones y reflexionar tras el visionado de una película para preguntarnos
cual fue la impronta que ésta dejó en nuestro espíritu, qué cantidad de
sensaciones provocó, e introducirla o no en el baúl de nuestros más queridos
recuerdos que conservaremos en nuestro cerebro durante toda la vida como una
imperecedera joya. ¿Quién no vio una película que jamás olvidó? ¿Y cuántas pasan
ante nuestros ojos sin pena ni gloria? Pero también de las películas de calidad
cuestionable siempre nos queda algo: esa sensación, ese prurito, esa frase, esa
idea alojada en nuestro subconsciente que al fin y al cabo también forma parte
de nosotros.
Pero para que
se produzca este proceso de selección tenemos que disponer de un catálogo, un
listado, la oportunidad de visionar esas imágenes que nos harán disfrutar, que
nos ayudarán a ser unas personas más preparadas, más cultas, más enriquecedoras
para nosotros mismos y para quiénes nos rodean. Esta selección, esta muestra,
debiera ser una de las labores de nuestros docentes como divulgadores de
conocimiento, como heraldos de sabiduría, aunque lamentablemente mi experiencia
me demuestra que se suele abusar en exceso de la pizarra y no dedicar demasiado
tiempo a poner al alcance de nuestros jóvenes gran parte de este material, ya
no sólo en las Ciencias, sino en cualquier otra disciplina.
No faltan
películas dedicadas a las Ciencias, y en particular a las matemáticas, bien en
formato documental o en producciones para el cine comercial y de
entretenimiento.
Es obligado
comentar que en la gran mayoría de películas en las que las matemáticas forman
parte del guión se presentan de modos diferentes, según la mayor o menor importancia
que la trama les conceda. Exceptuando muy pocos casos, las matemáticas en el
cine se utilizan básicamente con los siguientes fines: En primer lugar para
proporcionarle al protagonista una personalidad débil, cartesiana, con un mundo
interior completamente dominado por la lógica, sin dejar ninguna puerta abierta
a otros aspectos de la vida que no estén controlados por el intelecto, donde
las emociones sucumben ante la razón; un tópico más que el cine es pródigo en
fomentar como tantos otros: el matemático despistado, sumido en sus
pensamientos, ajeno a lo que lo rodea y con un coeficiente intelectual muy por
encima del resto de los mortales.
En otras
ocasiones, por el contrario, las matemáticas sirven para poner de relieve
diferencias, para destacar al protagonista por encima del resto de los
personajes, como si su capacidad para la comprensión y desarrollo de esta
ciencia, su visión del mundo, lo convirtiese en una especie de superhéroe
intelectual, del mismo modo que una buena musculatura se nos antoja necesaria
para dar realce y credibilidad a la fuerza física de los protagonistas de las
películas de acción. Jamás hemos visto a Tarzán con gafas o resolviendo un
problema de lógica por sencillo que fuese, ni a un matemático con unos buenos
bíceps, a no ser que traten de ser parodiados tratando de huir siempre de los
estereotipos; sin embargo, aunque seguro que las hay, no conozco o no recuerdo
ninguna película donde se transgredan los roles de ese modo. El conocido actor
Arnold Schwarzenegger jamás daría el perfil de matemático, sin embargo sería
más verosímil interpretado por un Dustin Hoffman o un Woody Allen.
Y por último,
no podía faltar el científico loco, aunque éste suele ser generalmente un
médico (Frankenstein, Dr. Jeckyll) o un físico inventor de la imposible máquina
del tiempo, o el químico que utiliza sus conocimientos al servicio del mal o a
hacer realidad un sueño imposible, como en El increible hombre menguante,
El hombre con rayos X en los ojos… y tantas otras. El matemático suele ser
el teórico y sus descubrimientos se reducen a la pizarra, para que sean otros
quienes los lleven a la práctica.
En definitiva,
como hemos expuesto, el rol del matemático en el cine sirve, la mayoría de las
veces, para dos fines completamente opuestos, pero perfecta y paradójicamente
compatibles: el enano físico y el gigante mental. Menos pródiga es la figura
del gran profesor y del matemático loco, aunque también está presente en alguna
que otra película. En cualquier caso, para bien o para mal, siempre acaban
siendo protagonistas.
Obviamente no
es aquí el lugar para establecer una relación de cintas ya que tendría para un
tratado si me refiriese a todas las películas que de algún modo presentan la Ciencia como protagonista
o como decorado.
Existen obras
que estudian la relación entre el séptimo arte y las ciencias. En particular no
puedo dejar de citar, para aquellos lectores que quieran ahondar más en el
tema, el excelente libro Las matemáticas en el cine de Alfonso Población
Saéz, publicado bajo los auspicios editoriales de la Real Sociedad Matemática Española en el año 2006.
Resulta una
experiencia gratificante explicar a mi alumnado un ejercicio de probabilidad o
un acertijo lógico remitiéndome a algo más atractivo que un libro de texto, es
decir a una buena película.
Soy de la
opinión de que la historia de la
Ciencia es una parte importantísima de la historia de la Humanidad y nuestros
jóvenes adolecen, por los programas educativos que a veces son tan
constreñidos, de una falta de cultura en muchos ámbitos, pero en el científico
es más notable; podrán manejar con soltura una calculadora pero no saben quien
es Alan Turing; sabrán la formula de la gravitación universal pero Newton no es
más que un nombre para ellos; sabrán que Edison fue un gran inventor, pero
seguramente no habrán visto los films El joven Edison y Edison hombre.
Por
último, no debemos olvidar que las matemáticas y la música son los dos únicos
lenguajes universales (el esperanto fue un intento fallido) y es importantísimo
potenciar ambos; y ya no sólo en la ciencia, sino en lo referente a cualquier
aspecto de la docencia, hoy en día tenemos toda la tecnología a nuestro alcance
para divulgar todo ese conocimiento, siendo el cine un elemento más.
¡Utilicémoslo!
José M. Ramos González