"La
herencia del viento". Así se titula la extraordinaria película que
enfrenta a las dos teorías que más controversias han suscitado. Diferencias
insalvables que todavía siguen latentes en algunos ámbitos desde que Darwin
escribió su célebre libro La
Evolución de las especies que tantas ampollas
levantó entre los creyentes más fervientes de todo el mundo. Al no leerlo ni
comprenderlo lo resumían todo a un único y escandaloso postulado: “El hombre desciende
del mono”, contradiciendo la creencia tan arraigada a lo largo de los tiempos
de que el hombre es un ser creado a imagen y semejanza de Dios, tal y como
revela El libro del Génesis en el Antiguo Testamento. La Biblia era interpretada
textualmente ya que la palabra de Dios no podía prestarse a ambigüedades.
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Cartel de la película |
Para los
fanáticos religiosos La Evolución
de las Especies era obra de un loco, un pagano, un hereje, mientras que la Biblia era la palabra de
Dios revelada a los hombres, por lo tanto cualquier comparativa resultaba vana
e incluso sacrílega. Imaginemos el difícil camino recorrido por los primeros
audaces que pretendieron conciliar ambas obras.
El debate
entre creacionistas y evolucionistas parece hoy en día perdido para los
primeros, debido sobre todo a lo que en los últimos siglos la Ciencia y la Tecnología nos han
aportado. La Iglesia
Católica ha reivindicado las teorías de Darwin como
compatibles con el relato de la
Creación y, un poco a regañadientes, ha pedido perdón;
reconoció sus errores por arbitrarias excomuniones, siendo la más célebre la de
Galileo; trató de adaptarse a los tiempos modernos y conservar en su seno a los
creyentes en Dios y los adeptos a los avances científicos que a la sazón eran
muchos. Pero no hace muchos años el debate era tan estéril como apasionante
debido a los argumentos de unos y otros, e imposible cambiar de bando ante la
firmeza de las convicciones.
Tras las
guerras religiosas que tanta sangre derramaron como las Cruzadas o la guerra de
los Cien Años, y una vez que la
Inquisición afortunadamente pasó a mejor vida y dejó de
quemar herejes, la fe y la razón se enfrentaron y continúan enzarzados en
el campo de batalla de una dialéctica no exenta de intolerancia, intereses y
sobre todo oídos sordos; en definitiva, una prueba más de la torpeza y
debilidad de la humanidad. Al margen de esta disputa vamos a dejar las guerras
santas que todavía hoy tanta sangre derraman en nombre de Dios y provocadas por
el odio y la intolerancia más que por la fe.
En el año
1925, el Estado de Tennessee aprobó una ley que prohibía enseñar en las
escuelas públicas cualquier teoría que estuviese en contra de la creación de la
vida tal como aparece en la
Biblia. J. T. Scopes, un profesor de instituto, decide
enfrentarse a la nueva ley provocando el consiguiente escándalo en la opinión
pública más conservadora.
J. T. Scopes
es acusado por un grupo de “ciudadanos concienciados” de enseñar evolucionismo
en sus aulas y por tanto de transgredir la ley, lo que lo lleva a los
tribunales donde el proceso es muy seguido con interés por todos los medios de
comunicación del país ante lo insólito del mismo.
Hasta aquí los
hechos reales.
En el año
1960, Stanley Kramer dirigió la película Inherit the Wind, titulada en
español La herencia del viento y que lleva al celuloide el juicio al que
fue sometido el profesor J.T. Scopes (en la película llamado Bertrand Kates e
interpretado por Dick York), con una
magistral actuación como abogado de la defensa de Henry Drummond (Spencer
Tracy) y del fiscal procreacionista y ultraconservador Matthew Harrison Brady
(Fredric March)
Toda la
película se desarrolla prácticamente en el interior de la sala del juzgado,
donde se esgrimen argumentos a favor o en contra de una u otra teoría. De hecho
está basada en una obra teatral y los exteriores son pocos o irrelevantes.
Siempre fui de
la opinión que el título sugiere la esterilidad del debate. ¿Qué esperamos
heredar del viento? Nada, aunque la película de algún modo pretende lograr algo
y realmente lo consigue.
Debo poner de
manifiesto que desde el primer momento la película peca en exceso de
parcialidad abogando claramente por los evolucionistas, ridiculizando en varias
escenas la figura del Harrison Brady, mostrándolo como un retrógrado, fanático
e intolerante y a veces dándole el aspecto de un hombrecillo con actitudes
seniles.
Lo que nos
dará una clara idea de por donde discurre la película son las siguientes
intervenciones:
El fiscal
Brady, tras interrogar a un alumno de Kates, afirma:
“Es evidente que los miembros del
jurado han percibido en este muchacho que sufre un trágico confusionismo. Se le
ha dicho que ha evolucionado de un animal envuelto en vil fango y sucio cieno.
Estos detractores de la Biblia,
estos evolucionistas son transmisores de veneno, y la legislatura de este Estado
soberano ha tenido la sabiduría de obligar que los productos venenosos,
embotellados o en libros, indiquen en sus etiquetas el producto que intentan
vender. Sostengo que si esta ley no se respeta, este muchacho formará parte de
los que han perdido la fe gracias a la enseñanza atea, pero si el rigor de la
ley no se aplica en el caso de Bertran Kates, los creyentes del mundo entero
que están pendientes de nosotros y escuchan nuestras palabras, gritarán juntos:
“Bendito sea el tribunal”.
El abogado
intenta llamar al estrado a científicos reputados en campos tales como la Geología, la Zoología, la Paleontología, etc.,
pero ante la protesta del fiscal, tildándolos de científicos agnósticos, el
juez no permite sus testimonios por irrelevantes en el caso. Ante tal flagrante
injusticia el abogado explota en un arranque de ira y manifiesta:
Creo que a mi cliente ya lo han declarado
culpable. Si cogen una ley como la de la evolución y consideran un crimen que
se enseñe en las escuelas públicas, luego lo será en las privadas y
mañana leer sobre ella y después prohibir periódicos y libros, y luego
enfrentar católicos contra protestantes e intentar introducir su doctrina en
todas las mentes. Si son capaces de una cosa son capaces de otra y el fanatismo
y la ignorancia desarrollan mucha actividad y necesita alimentarse. Y muy
pronto, ondeando banderas y al son de tambores, todos iremos marcha atrás
retrocediendo a las gloriosas épocas del siglo XVI cuando los fanáticos
quemaban a los que se atrevían a aportar luz y conocimiento a la mente humana.
Ante la
negativa del juez de permitir el testimonio de los científicos y utilizar el
libro de Darwin, el abogado solicita hacer uso de la Biblia para aportar datos
de vital importancia para la defensa de su cliente, haciendo comparecer al
estrado al propio fiscal. Este, sorprendido de entrada lo insólito de su
llamada como testigo de la defensa, se aviene a ello ya que considera que si
los argumentos se basan en las Sagradas Escrituras no habrá nada que perder. Lo
guía la Palabra
de Dios.
Pese a su
extensión, considero de gran interés para este trabajo transcribir el
interrogatorio:
– Dígame señor, ¿tengo razón al afirmar
que es usted una auténtica autoridad en el conocimiento de la Biblia?– le pregunta el
abogado Drumont.
– No creo que sea vanagloria reconocer
que he estudiado la Biblia
como cualquier otro seglar y he tratado de vivir según sus preceptos. –
responde con autosuficiencia Harry Drumont.
–Magnífico. Supongo que puede citarme de
memoria versículos y capítulos del Génesis.
– Hay muchas partes de la Sagrada Biblia que
retengo en la memoria.
– Supongo que no dirá lo mismo respecto a
este otro libro (mostrándole el volumen El Origen de las Especies).
– No me interesa saber las hipótesis
paganas de ese libro.
– ¿No lo ha leído?
– ¡Nunca lo leeré!
– Entonces, ¿cómo es posible que haya
declarado usted una Guerra Santa contra algo que desconoce en absoluto? ¿Cómo
puede estar tan seguro de que la base del conocimiento científico sistematizado
en los escritos de Charles Darwin es absolutamente irreconciliable con el
espíritu del Libro del Génesis?
El abogado continúa con la Biblia en la mano:
– ¿Cree usted que todo lo escrito en este
libro debe interpretarse literalmente?
–Lo que viene en la Biblia debe ser aceptado
como viene expresado.
–¿Qué me dice de esta parte de aquí dónde
habla de que Jonás fue tragado por una ballena?
–La Biblia no dice una ballena, dice un pez
grande…(risas del fiscal)
–De hecho lo que dice es “un enorme
pez”…– responde el abogado sonriendo– bueno supongo que esa diferencia no tiene
importancia. ¿Y que cree usted de ese relato?
– Creo en un Dios que puede crear una
ballena y puede crear un hombre y hacer de ellos lo que le plazca.
–Ahora me gustaría detenerme en la
historia de Josué. Josué cuando obligó al sol a detenerse. ¿Cómo experto qué me
dice usted? Un buen truco, ¿no?
– Yo no cuestiono ni me río de los
milagros del Señor, como lo hacen los que no tienen fe.
–¿Pero ha pensado seriamente lo que le
sucedería a la Tierra
si el sol permaneciera inmóvil?
– Usted podría contestar si yo lo llamara
al estrado (risas del fiscal)
– Si dicen que el sol permanecía inmóvil,
tenían cierta idea de que el sol giraba alrededor de la tierra…¿lo cree así? ¿
o no cree que es la tierra la que gira alrededor del sol?
– Yo tengo fe en la Biblia.
– Y no la tiene en el sistema solar.
– El sol se detuvo.
– Bien, dígame… Si Josué detuvo el sol en
realidad, la tierra dejó de girar sobre su eje, los continentes chocaron unos
con otros, las montañas volaron en el espacio, la tierra se convirtió en ceniza
y se estrelló contra el sol. ¿Cómo no se mencionan estos pequeños detalles?
– Nunca se produjeron.
– Pero tuvieron que producirse siguiendo
la ley de la naturaleza, ¿o es que tampoco cree en la ley natural, Sr. Brady? ¿Barrería
también a Copérnico de las escuelas junto a Charles Darwin, anularía esa ley
después de todos los adelantos científicos revelados desde Josué?
–La ley natural salió de la mente de
nuestro Padre en los cielos. Puede anularla, utilizarla y cambiarla como
quiera. A menudo me sorprende que ustedes, los apóstoles de la Ciencia, se nieguen a
comprender una cosa tan simple.
– Bien, escuche con atención. Dice en el
Génesis del 4 al 16: “Y Caín se alejó de las tierras del Señor y habitó en las
tierra de Lot al Este del Edén. Y Caín conoció a su mujer. ¿De dónde diablos
salió?
–¿Quién?
–La señora Caín. La mujer de Caín. Si al
principio solo existían Caín y Abel, Adan y Eva, ¿de dónde salieron las otras
mujeres? ¿Se ha parado a pensarlo?
– No señor, dejo que se ocupen de
averiguarlo los agnósticos (risas del fiscal)
– ¿Nunca se lo ha planteado?
– No. La Biblia me convence y me
basta.
– Me espanta pensar a dónde llegarían los
conocimientos humanos si todos tuvieran una falta de curiosidad como la suya.
En este libro habla de muchos engendros: “Y Afrasat engendró a Sheila y esta a
otro y este a otro…” ¿Fueron importantes estos engendros?
– Fueron los antepasados de los hombres y
mujeres de la Biblia.
–¿Y cómo producían esos engendros?
– ¿A qué se refiere?
– Me refiero a si utilizaban el mismo
sistema que utilizamos hoy.
– El proceso es el mismo. No creo que en
esa materia se haya mejorado mucho (risas del fiscal)
– En otras palabras, toda esa gente
engendraba y venía al mundo siguiendo una ley biológica normal, lo que llamamos
sexo. ¿Qué opina del sexo, coronel Brady?
–¿Con qué espíritu me formula esta
pregunta?
– ¿Cómo valora la Biblia el sexo?
– Se considera como el pecado original.
–¿Y todas esas personas fueron
engendradas a través de un pecado original? ¿Todos esos pecados les hicieron
menos santos?
– ¿Es posible que exista algo sagrado
para los reconocidos agnósticos?
– Sí. La inteligencia del individuo. En
una mente infantil que es capaz de aprender la tabla de multiplicar hay más santidad
que todos sus gritos (dirigiéndose al público) de amén, bendito sea
y Hossana. Una idea es un monumento muy superior a una catedral. Y los
progresos en el conocimiento del hombre es un milagro mayor que el de convertir
a los diablos en serpientes y separar las aguas. Pero, veamos, ¿hemos de
renunciar a todo progreso porque el Sr. Brady nos atemoriza con una fábula?
El abogado se dirige al jurado:
–Caballeros, el progreso nunca ha sido
una ganga. Hay que pagar por él. A veces me imagino a un hombre sentado detrás
de un mostrador diciendo. “ De acuerdo, le concedo a usted el teléfono, pero
perderá su intimidad y el encanto de la distancia “. “Señora, podrá usted
votar, pero pagando por ello; perderá usted el derecho a ocultarse detrás de
una polvera o de un abanico. “Señor, puede usted conquistar el espacio, pero
los pájaros perderán su misterio y las nubes olerán a gasolina”. Darwin nos
colocó en la cima de una montaña y nos hizo mirar atrás para que viésemos de
donde proveníamos, pero para ellos, para llegar a ese conocimiento, tenemos que
perder nuestra fe en la melodiosa poesía del Génesis.
– No podemos abandonar la fe. La fe es lo
más importante.
– Entonces ¿por qué nos dio Dios el poder
de pensar? ¿Por qué negarle al hombre una facultad que nos sitúa por encima de
todas las demás criaturas de la tierra? El poder de su mente para razonar. ¿Qué
otro merito tenemos? El elefante es más grande, el caballo más veloz y mucho
más fuerte, la mariposa mucho más bonita, el mosquito más prolífero e incluso
la humilde esponja mucho más duradera…¿o es que la esponja piensa?
– No lo sé. Soy un hombre, no una esponja
– responde el fiscal irritado. (Risas del público)
– ¿Cree usted que una esponja piensa?
– Si Dios quiere darle pensamiento a una
esponja, pensará.
–¿Cree que es justo que a un hombre se le
concedan los mismos privilegios que a una esponja?
– Por supuesto.
–(Dirigiéndose al acusado) Este
hombre quiere que se le concedan los mismos privilegios que a una esponja.
Quiere que se le permita pensar (aplausos de parte del público)
–Su cliente está equivocado, extraviado,
no sabe por dónde anda.
– Es triste que no todos tengamos su
seguridad sobre lo que es correcto y equivocado, Sr. Brady.
El abogado extrae una piedra de su
cartera y la presenta al fiscal:
–¿Cuántos años cree que tiene esta
piedra?
–Me interesa más la Edad de piedra que la edad de
las piedras (risas del fiscal)
– El Dr. Page del Overling College me ha
dicho que tiene por lo menos diez millones de años.
– Bueno, bueno…Coronel Dromon, por fin ha
podido introducir un pequeño testimonio científico.
–Escuche Sr. Brady – dice el abogado
mostrándole la piedra – estos son fósiles de una criatura marina encontrada
aquí en este Estado, que vivió hace millones de años, cuando todas estas
montañas se hallaban bajo las aguas.
– Ya lo sé. La Biblia habla ampliamente de
las mareas, pero el profesor está confundido con las fechas. Esa piedra no
tiene más de 6000 años.
–¿Cómo lo sabe?
– Un profesor de la Biblia, el obispo Hosser,
ha determinado con exactitud la fecha y hora de la Creación: Fue en el año
4004 antes de Cristo.
– Bueno… eso en opinión del obispo
Hosser.
– No. Es un hecho comprobado al que llegó
el señor obispo después de minuciosos estudios sobre la edad de los profetas
según consta en el Antiguo Testamento. Concretando, el Señor inició la Obra de la Creación el 23 de octubre
del año 4004 antes de Cristo, a las 9 de la mañana.
– ¿En hora oficial del Este o en hora de
las montañas rocosas? Porque ¿no estará medido en hora solar verdad?, porque el
Señor no creo el sol hasta el cuarto día.
– Exactamente
– ¿Y ese primer día cuantas horas
tendría? ¿Veinticuatro horas?
–La Biblia habla de un día.
– Bueno, no existía el sol, ¿cómo podemos
saber cuanto duraba ese día?
–La Biblia dice un día.
–Y se refiere a un día normal, a un día
de veinticuatro horas.
– No lo sé.
–¿Y usted qué piensa?
–No pienso sobre cosas que no me
preocupan.
– ¿Nunca piensa sobre las cosas que no le
preocupan? ¿No es posible que pudiesen haber sido 25 horas? No había nada para
poder medirlo es imposible saberlo. ¿Podía el día tener 25 horas?
– Es posible.
– Entonces, usted interpreta que el
primer día, tal como consta en el Génesis, pudo tener duración in… de… ter… mi…
na… da.
– Lo único que digo es que no es
necesario que el día constara de 24 horas.
– Podrían ser 30 horas, podía haber sido
una semana, o pudo ser un mes, o pudo ser un año, pudieron ser cientos de años
o pudieron ser millones de años.
(el ayudante del fiscal protesta,
exigiendo saber que intenta demostrar el abogado con su interrogatorio)
El fiscal, todavía en el estrado
responde:
–Yo les diré lo que intenta. Intenta
destruir la fe que tenemos en la
Biblia y en Dios.
– Eso no es cierto y usted lo sabe…La Biblia es un libro, y un
buen libro, pero no el único libro.
– Es la palabra revelada de Dios Todopoderoso
transmitida a los hombres que la escribieron.
– ¿Cómo sabe usted que Dios no le habló a
Charles Darwin?
– Lo sé porque Dios me dice que me oponga
a las enseñanzas de ese hombre.
– ¿Dios habla con usted?
– Sí.
– ¿Le dice lo que es bueno o malo?
– Sí.
– Y usted actúa de acuerdo con ello?
– Sí.
– De modo que usted, Mathew Harrison
Brady, cuando habla, cuando legisla, cuando lo que sea, no es más que un simple
transmisor de las órdenes de Dios al resto del mundo… Vaya (dirigiéndose al
jurado) les presento al profeta de Nebraska, caballeros.
–Yo no, yo no…– intenta protestar Brady.
– ¿Es así, verdad? Dios le dice a Brady
lo que es bueno, y estar en contra de Brady es estar en contra de Dios.
– No. Cada hombre es un ser libre.
– ¿Entonces ¿qué hace Bert Keats en la
cárcel de Hilsborouh? Supongamos que el Sr. Keats tuviera el poder y la fuerza
suficientes para presentar una ley en nuestra legislatura que dijera que sólo
Darwin debiera enseñarse en las escuelas.
– Ridículo, ridículo. Sólo existe una
verdad en el mundo.
– ¿El Evangelio, verdad? El Evangelio
según Brady. Dios le habla a Brady y Brady lo repite al mundo. Brady, Brady,
Brady todopoderoso.
– El Señor es mi fuerza.
– Suponga que una persona de menor
categoría, suponga que un Keats o un Darwin tuviera la audacia de pensar que
Dios le habla. ¿Seguiría siendo sagrado lo que le dice a Brady? ¿Tiene que ir a
la cárcel una persona porque discrepa del autoproclamado profeta? Desechen el
Pentateuco, escurrámonos lentamente entre los Números y el Deuteronomio… El
testigo puede retirarse.
El fiscal
Brady, en un intento desesperado de defender sus argumentos, se levanta del
estrado y comienza a enumerar todos los libros de la Biblia en los que cree. El
juez suspende la sesión ante un significativo silencio del público que ve como
Brady pierde los papeles en su excitación.
Al día
siguiente el veredicto del jurado es unánime: Bertrand Kates es declarado
culpable, pero el juez le impone una multa de 100 dólares. El fiscal se indigna
ante tan ridícula condena y el abogado manifiesta que no piensa pagar un solo
dólar ya que recurrirá ante el Tribunal Supremo, dándose por acabado el juicio.
El fiscal Brady, muere de un infarto mientras trata de dar un vehemente y
excéntrico discurso que a nadie interesa.
El final de la
película es muy significativo y ciertamente lo mejor.
Cuando el
abogado de la defensa se queda solo en la sala, toma el libro de Darwin de su
mesa y la Biblia,
sopesa ambos y con una sonrisa de condescendencia guarda los dos volúmenes bajo
el brazo y se dirige a la salida. Escena final que trata de poner de manifiesto
la reconciliación de dos teorías durante tantos años enfrentadas.
Película
excelente, si bien hay que reprocharle una excesiva parcialidad hacia la
tesis evolucionista, desacreditando los argumentos de los contrincantes
creacionistas que salen con la ventaja del apoyo popular de una población de
fanáticos religiosos. La película ridiculiza exageradamente la figura del
fiscal Brady, en contraposición a un abogado equilibrado, irónico y al mismo
tiempo bonachón que finalmente resulta ser un creyente, interpretado
magistralmente por un gran Spencer Tracy.
Pontevedra,
31 de octubre de 2010
José
Manuel Ramos González